Mi cerebro me gusta más que antes

Qué rápido pasa el tiempo. Hace un embarazo que me separé. Mi República es también un largo procés. A veces pienso que podrías escribir sobre ella. Pues te contaré que cuando me encontraba tan vacía y tan llena de antimateria, o de materia oscura, me leí todos los libros que pude sobre procesos de duelo, heridas emocionales y toda la literatura escrita sobre rupturas y daños. Me di cuenta de que todos se basaban en Freud, creo que ya te lo he contado alguna vez. Y me leí el “Proceso de Duelo” del tío Sigmund, con la única idea de ir averiguando en cuál de los cinco pasos del duelo me encontraba e intentar avanzar rápido e incluso saltarme alguno, aunque los médicos del cerebro lo desaconsejaran. 

Una de las cosas que también decía Freud es que hay que reconocer el dolor. No digo adorarlo, ni regodearse en él, pero sentirlo y llorar, comer chocolate, o fumártelo, o soltar enormes txapas a la gente que te quiere. En fin, que hay que levantarse un día por la mañana y decir “Señor dolor, usted me hace daño, me duele, pero aguantaré porque sé que esto se pasa”. En fin. Y yo, que además de obsesiva soy muy recta con los protocolos médicos (las pocas veces que cedo ante ellos), me dediqué a mirar al dolor/miedo/susto/dependencia/ y todo lo demás de frente y hoy me gustaría saber qué día, en qué momento, el dolor se fue. Mi yo obsesivo también investigó sobre los plazos de los duelos, semanas, meses, años, así como sus consecuencias habituales, en modo de cambios de carácter, adegazamientos rápidos, comer compulsivamente, cambios de imagen…

Y ahora viene la parte divertida. También leí mucha literatura de la mala, o de la peor, artículos de estas revistas de tres al cuarto donde contaban los cambios y actitudes en las mujeres recién separadas. Lo primero que pasa es que dejan de comer, adelgazan y pasan al modo “amojamado”. Casi todas cuando venimos de largas relaciones venimos “ajamonadas”. Éstas suelen además apuntarse a la secta de los runners. Otras se cambian el pelo y se lo cortan a lo garcon, algo así como una especie de reivindicación feminista, en plan “que me quieran como soy”, o “Lo que importa es mi cerebro”. Algunas se convierten en devorahombres, se vuelven rubias, se ponen tetas, se apuntan a Redes Sociales y follan hasta tres veces por semana con hombres diferentes, cuando en realidad lo que buscan es otro marido y se frustran al quinto polvo. Parece ser que hay algunas que les da por un rollo ermitaño. Se meten en casa, cuidan de sus hijos, se vuelven obsesivas con la limpieza y las tareas del hogar. No salen nunca. Creen que tienen lo que se merecen y que la vida se acabó para ellas. Esto varía según el trabajo, la edad de los hijos, la pasta que ganen, el carácter y el motivo de la separación: no es lo mismo que dejes a tu marido que te deje porque se ha enamorado de la profesora de pilates de turno. 

En fin. Hasta aquí lo que he ido leyendo. Y entonces llegamos al extraño caso de Cronopio k. Y pienso que lo del deporte lo tengo que recuperar, pero esta asignatura me quedó para septiembre hace muchos años. Esto hace que automáticamente me mantenga en el modelo “ajamonado” de toda la vida. Pero pienso que mis mitxelines son encantadores y hay grandes hombres que los han admirado. Y sigo diciendo que gano desnuda, que no es verdad pero consigo que me vean con un punto sexy que no llevo de serie. Y sigo con el pelo alborotado y moreno de toda la vida que no hay quien lo controle. Y mantengo mis tetas, las mismas de siempre, un poco más perjudicadas pero son mías y las que han alimentado a mis hijos. Y sigo comiendo chocolate, aunque ya no me lo fumo. Y claro, que me quieran como soy, como siempre, y si no me quieren no es un problema mío. Y no me apunto a Redes sociales, y no es porque no me guste el sexo, porque eso es lo único que echo de menos de mi anterior vida, (tarifa plana), solo que no me cuadra eso de quedar con hombres como quien va a una cata de vinos. Y no me gusta encerrarme en casa, ni las tareas de hogar porque no me han gustado nunca y ahora tampoco. Y creo que la vida empieza de nuevo, y que mi cerebro me gusta más que antes. Y mi culo, y mi pelo, y mi… porque son los míos.

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