Monarquía española: “Ni consola ni consolo”
La monarquía
es como un mueble viejo que tienes en el salón, que siempre ha estado ahí, lo has heredado o te lo ha regalado tu suegra, o simplemente te da tanta pereza
que piensas “total, si lleva aquí conmigo
toda la vida, para qué lo voy a cambiar”. Puede parecerte un planteamiento
infantil, pero llevo cuestionando esta institución durante dos semanas en los
entornos más variopintos y prometo que todas las respuestas, pero todas, las
podría haber dado una niña de 9 años. “Como
si no tuviéramos ningún problema más gordo”, “Pero si es una monarquía moderna y constitucional”, o peor “Si no hace daño, y mira, nos salvó de un
golpe de Estado”.
Sigo en modo
parvulitos, y no me voy a meter en paradigmas históricos de cómo y por qué
tenemos un rey, ni siquiera lo que supone que el Jefe de un Estado lo sea por
ADN, o que con dos cojones Felipe V palito en el mensaje de Navidad del año
pasado dijera desde su trono de hierro: “Que
las ideas no distancien ni separen a las familias o a los amigos",
cuando en realidad quería decir “Ni
consola ni consolo”, pasándose por el forro de sus honorables partes a los
miles de catalanes que solo pedían irse de casa para vivir su vida.
Y no quiero
tirar de histórico porque ahora soy esa niña intentando entender a los que no
entienden que un pueblo debe poder elegir. Así de sencillo. Y cagarla, un pueblo debe poder cagarla,
y muchas veces, pero sus fracasos molan más porque serán los suyos. Y ese
Estado saldrá de sus votos, de sus ideas, con sus políticos, malos buenos y
regulares, con sus constituciones, pero
una carta magna en la que los derechos fundamentales de todos y todas sean tan fundamentales que
los que no se ocupen de ellos a la calle y a otra cosa mariposa.
Y luego
están los que me dicen “no te confundas,
los independentistas vascos o catalanes son una pandilla de burgueses de
derechas”, o los que tiran de los mismos clichés y me dicen que “los republicanos españoles son una
cuadrilla de rojos trasnochados”, claro, no como la monarquía española, que
lo más moderno que tiene es el cartel de “Todas direcciones” al salir de
Zarzuela por la A6.
Vale, o sea que elegir un Jefe de Estado, intentar crear un
país nuevo con todos los colores, cada uno con su idioma, con su cultura, con
sus fracasos y sus miedos, con sus consecuencias, sin leyes mordazas que
terminen con la libertad de expresión, y asegurando que todos los poderes tienen
el sitio que les corresponde, exactamente en el que quiere el pueblo, es
trasnochado.
Sigo en mi
cabeza de niña, claro que la República
es un derecho y claro que podríamos tener un jefe de Estado liderado por flancos
liberales, pero es como cuando en clase te aguantabas porque salía de
delegada la niña que no te gusta, pero piensas que harás campaña y en
segundo de la ESO volverás a votar y soñarás con que gane ese niño que pide
que no pongan examen de mates y fisica el mismo día.
Hoy quiero
soñar con el empoderamiento de cada pueblo para construir el Estado que quiere.
Solo ellos tienen ese poder legitimado. Y sí, el día 2 de diciembre algunos
barrios de Madrid y algunas universidades votarán Monarquía o República, igual que se ha hecho en otros pueblos, o se hizo el
1-O en Catalunya, o las consultas que se están dando en Euskadi. Sé que a algunos les parece una idea infantil, incluso trasnochada, inútil, pero yo sigo
creyendo en las hadas, aunque muchos llamen rebelión a crear una República
mediante el voto.
Madrid, Barcelona, Zaragoza, Vigo,
Valencia, Euskadi y decenas de ciudades extienden las consultas sobre la forma
de Gobierno que quiere el pueblo.
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