Machismo de "guante blanco"


Tengo que explicar a mi hija por qué saldremos a la calle este jueves. Será sencillo porque ella es la primera que tiene sus propias ideas y protestas. En mi caso he tenido que separarme para saber algunas cosas que no me pasarán nunca más. Para darme cuenta de que no solo yo, muchas mujeres pensantes, nada sospechosas de ser antimateria, no hemos dado los pasos adecuados. He dejado ganarme un terreno que me pertenecía, que siempre había sido mío y por el que yo he luchado siempre. Culpa mía. Por eso, que quede entre nosotros, pero cuando veo ahora todo lo que pasa con el acoso, y que haya sido la punta de lanza de esta neorrevolución, me preocupa que vuelvan a quedarse de lado los verdaderos problemas de las mujeres, al menos en esta parte del mundo.

El acoso es el daño más grave después de llevar siglos permitiendo otra cantidad de daños más sibilinos. Pero esto no sale. No sale nunca. No queremos sacarlo. Y aquí no vale hacer solo responsables a los machos candidatos a materia oscura.

Hace falta una revolución desde dentro. Hay que perder el complejo de complacencia, hace falta dejar de pensar que la casa no funcionará sin nosotras, no damos opción, hace falta que los niños vayan mal vestidos y poco conjuntados si los viste el papá, no importa que se compre más jamón york y menos pavo, ni que el limpiador de la vitro tenga que ser de marca, ni que la raya de los pantalones sea de una manera o de otra. 

Hace falta que creamos que somos prescindibles, hace mucha falta que deleguemos, pero delegar de verdad es no ceder oportunidades de tu carrera profesional porque lo importante sea la familia y si nadie lo hace lo haré yo. Es importantísimo que no nos sintamos culpables por fracasar en el amor, porque los machos oscuros solo verán libertad. Hace falta que saquemos las banderas republicanas que celebren los números impares, y nuestra capacidad de estar solas, y hasta defender que nos podemos sentir solas, porque somos humanas, qué cojones, y eso no quiere decir que necesitemos que nos tutele ningún estado XY.

Y que se enteren de que nos gusta el sexo como a ellos, aunque no siempre como a ellos les gusta, y si no lo tenemos a mano, también sabemos darnos placer, tanto que muchos machos ni aunque lo intenten. Y que las bajas de maternidad deberían ser por ley mitad para cada uno. Y que no pasa nada por no dar el pecho, aunque griten todos estos colectivos obsesionados por lo “natural”. Ni pasa nada si los bebés comen huevos antes de tiempo, ni porque les introduzcas la leche de vaca en el quinto mes en vez del sexto, o que la madre no sepa que sus hijos van a 4ºB y que su tutora se llame Edurne y no Pepi.  Y por supuesto que no pasa nada por no ser madres, o por asumir que nuestras hormonas nos juegan malas pasadas una vez al mes. Y no debemos esperar a que nos conquisten en vez de conquistar, y no necesitamos que nos digan que somos guapas, preferimos que nos lo enseñen. Y debemos aprender a pedir perdón antes que por favor. Hay mucho más que decidir si abortar o no o no permitir que nos acosen.

Mientras sigamos cobrando menos por el mismo trabajo, mientras no haya tantas directoras inútiles como directores inútiles en las empresas o en las instituciones, mientras que no quede feo una mujer de más de 50 en una mesa de reuniones, mientras que lo primero que se nos ocurra decir de Anna Gabriel sea que ha cambiado su peinado, mientras que la ciencia no reconozca el talento femenino ahora y siempre, mientras que los medios de comunicación sean “harenes” de directores machitos de todos los bandos, mientras sigamos teniendo la presión de la belleza eterna, mientras la investigación en medicina femenina no avance en las mismas condiciones que el resto, mientras siga habiendo profesiones solo de mujeres, o solo de hombres, mientras sigamos soportando el machismo de “guante blanco”, debemos seguir luchando. Pero el mundo no cambiará si no cambiamos nosotras.

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