Las cicatrices de la luna

Selenografía

Ayer mi hija y yo comenzamos un curso sobre la Luna. Un grupo de 10 personas y un profesor de edad avanzada con aspecto de espía ruso de película de Hitchcock. Llegamos tarde, con la clase empezada, y yo, como siempre, absolutamente virgen en el tema. Un cartel proyectado en la pared anunciaba como gran titular: “Selenografía”.

Sí. Todo indicaba que íbamos a aprender sobre la geografía de la Luna. Mola la Luna. Es una parte que esperaba con ansia dentro de mi aventura en la astrofísica. Todo el mundo la conoce. Es un elemento que está en la vida de todos. No como los neutrinos, o el vacío interestelar o la antimateria. En este caso hace falta tirar de imaginación. Con la Luna no. Ella está ahí, no falla, noche tras noche. Vale, es un astro hiperactivo, se mueve todo el rato, pero también es el que más brilla. Si hiciéramos un referéndum en la Tierra entre el Sol y la Luna, estoy segura que ganaría de nuevo Puigdemont, perdón, digo el Sol. Y es que el Sol tiene muchas ventajas, y muchos promotores, pero yo hoy haré propaganda por la Luna.

¡Ay la Luna!. Puede ser una de las palabras más utilizadas en las canciones de amor, después de “close your eyes”. Ella es romántica por naturaleza, discreta y testigo diario de historias maravillosas. Él Sol aparece en otro tipo de música, más tipo canción del verano como las de Giorgie Dann. El Sol es apabullante, abrumador, exagerado. Su luz es infinita, pero no puedes mirarlo de frente. A la Luna sí.  El Sol además es metódico, entra y sale siempre por el mismo lugar, y es verdad que provoca atardeceres preciosos, sobre todo en otoño, pero cuando él se está marchando ella aparece discretamente, la puedes ver, sin llamar la atención. Y cada día nos ofrece una forma distinta. A mí la que más me gusta es la delgada luna creciente, donde se puede apreciar su lado oscuro. Es misteriosa. Como si de vez en cuando quisiera guardar parte de su intimidad, resulta hasta humana. Igual en unas elecciones ganaría el Sol, pero estoy segura de que gran parte de las estrellas de nuestro sistema solar harían coalición con ella. Y entonces seguro que el Sol aplicaría su 155.

En fin, que yo venía a hablar de mi curso. El profesor saca unos mapas con miles de cráteres, cada uno con su nombre y sus coordenadas. Pero no era un mapa cualquiera. Había dibujado cada cráter, cada llanura y cada mar. Hay quien hace los mapas con un cuidado especial. Mapas en donde cada casa o cada montañita tiene su chimenea propia y hasta sus árboles. Y yo pienso que no voy a ser capaz de aprenderme tal cantidad de agujeros, ¡pero si aún no he podido quedarme con las nuevas repúblicas soviéticas...!

Es de primero de Luna saber que está llena de cicatrices. Toda clase de meteoritos y estructuras cósmicas impactaron violentamente hace millones de años y se quedó absolutamente dañada por todas partes. Esto también me ha gustado. Es un cuerpo celeste con heridas de guerra, de guerra de las galaxias. Y ahí sigue, agujereada, pero brillando. Algunas de esas cuencas podemos verlas a simple vista. No le importa que veamos sus cicatrices. Son las terrae lunares. Algunos de esos cráteres son gigantescos, como Clavius, con 225 kms de diámetro. También aprendimos a distinguir Tico, que es una especie de cráter del que salen halos de radiación que lo hacen precioso. 

Y esa es la geografía de nuestra luna, cráteres, llanuras y mares que no son mares. Pero eso será otro tema. Ahora dos curiosidades, la primera que la Armacolita es uno de los minerales más famosos de la Luna, que fue descubierto en 1969 en el Mar de la Tranquilidad, siendo nombrada así en honor a los tres astronautas del Apolo 11 como un acrónimo de: Armstrong + Aldrin +Collins. Y la segunda curiosidad: me ha contado mi espía preferido que la Luna está muerta. Y entonces la que me he quedado muerta he sido yo. Continuará.

Comentarios de otro Cronopio:

Creo que una de las maravillas más maravillosas de la Luna es que su luz, al contrario de la que llega directamente del Sol, no te enseña las cosas como a ella le da la gana que sean, sino que, para que las veas, te pide tu colaboración. En realidad te la exige, porque es imprescindible que pongas algo de tu parte para poder verlas. Pero si lo haces, esa luz te permite descubrir en las cosas muchos más rincones, muchos más matices, negros mucho más oscuros y blancos mucho más brillantes, una infinidad imposible de grises y hasta un mundo desconocido de colores. Porque ella no acaba de pintarlo todo, como la luz solar, que te lo da todo hecho y si te gusta, fantástico, porque el mundo que te muestra es precioso; pero si no te gusta, te aguantas: de esta manera son las cosas, y ya está. 

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