"La muerte escondida" o cuando canta el gallo rojo
Cuesta transmitir en un solo texto tantos sentimientos que revuelven el alma. Eso siempre lo consigue Ion Arretxe. “La Muerte escondida” lo hace. Deslealtad, rencor, soledad, dignidad, amor, humor, humillación, venganza… El escenario de tal orgía de emociones es el Valle de los caídos, un lugar que hoy, más que nunca, recobra actualidad, en la política, y hasta en el cine. Pero yo siento que es una excusa para dejar que el espectador reflexione sobre sus propios fantasmas, sobre sus bajos fondos, a veces difíciles de reconocer, sobre humillaciones y situaciones de indignidad no resueltas, de amores difíciles, equivocados y hasta imposibles, sobre momentos de explosión personal que aterrizan en un cóctel de emociones donde al final todo cuadra. Esa es la catarsis a la que llega Mariana, una mujer madura que trabaja limpiando el lugar en el que está enterrado Franco. Necesita vengar la humillación que supuso para su abuelo, preso político del régimen, la construcción de este infam